viernes, 17 de abril de 2009

Atorrantitas

Son casi casi una tribu urbana aunque ni ellas mismas lo sepan. Se pavonean en cada esquina de calle de barrio siempre de a pares, pintadas como puertas, masticando toneladas de chicle, abrazadas a una birra de litro, hablando fuerte o cantando a los gritos alguna pegadiza canción de boliche de cuarta.
Se visten de una manera muy particular mostrando teta y culo por doquier, no importa peso ni combinación de colores, mostrando carne fresca y tentadora a los machitos que se les cruzan.
Circulan permanentemente en plena insinuación y parte de su histeriqueo consiste en grititos ahogados ante objetos de su afecto y agarrarse fuerte del brazo de la pseudo amiga de turno para evitar cometer algún desmán en la vía pública.
Se sienten ganadoras e invencibles (la mujer maravilla al lado de ellas es un simple trapo de piso), exultantes y sexis en su mundo chiquito de bataclana sin escenario de pubis joven y angelical.
Se bajan a cuanto personaje masculino conocen en boliches, plazas, escuelas, casa de la abuelita, patio y cordón de la vereda (de geriátricos y cementerios no tengo estadísticas) vendiéndose por 15 mangos cuando en realidad no lo hacen por plata.
A veces se embarazan, claro, y la única preocupación es la salida más rápida para esa especie de alien incomprensible que se les genera en la panza y del cual no acusan recibo.
A veces terminan bien, a veces terminan mal. Todo depende del cristal con que se mire. En lo personal las banco a muerte porque después de todo… ¿quién no tiene una atorrantita en su interior?

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