lunes, 29 de septiembre de 2014

A mi tampoco me gustaba la sopa


Cuando era chica era fanática de Superman, Batman y la Mujer Maravilla.
Si me portaba bien, sacaba buenas notas y tomaba toda la sopa ( que odiaba), me compraban las revistas que quería o podía ver un rato más de tele a la noche, antes de acostarme.
Esperaba con ilusión los sábados a la mañana, cuando mi mamá traía esos pequeños tesoros en forma de historietas que leía con entusiasmo y guardaba después prolijamente en una caja en mi cuarto.
Un sábado de mi niñez mamá trajo algo distinto. Ni Batman, ni Superman, ni la Mujer Maravilla, ni siquiera una Nippur de Lagash que, confieso, me gustaba bastante. Trajo un librito rectangular tipo historieta llamado Mafalda.
Recuerdo mi asombro, que seguramente se reflejó en mi cara, y las palabras de mi madre: “Vas a ver que te va a gustar”.
Con cara larga, me fui a mi cuarto y empecé a hojearlo.
Nada puede explicar la fascinación que experimenté y la identificación con cada una de las palabras que Mafalda expresaba en cada uno de los cuadritos de la viñeta.
Fui cada uno de los personajes de la tira en mi imaginación y a partir de ese sábado, hace ya muchos años, me volví incondicional de esa nena idealista, cargada de verdades y absolutamente frontal, con amigos muy diferentes y queribles, a la que no le gustaba la sopa, como a mi, y con una tortuga llamada Burocracia.
Crecí con ella. Y con sus verdades.

Hoy cumple 50 años y sigue tan vigente como el primer día.


¡Felices primeros 50 querida Mafalda!