miércoles, 8 de abril de 2009

Pepe Guadaña

Pepe Guadaña es una personaje que todos conocemos pero que tiene un nombre distinto en cada familia.
Suele ser uno más entre la multitud que se disfraza de bueno y cumplidor pero que solo encubre una personalidad narcisista y ególatra.
Se aparece en cuanta fiesta hay sin ser invitado formalmente, considerando un derecho adquirido el ser parte de cuanta celebración se realice, y su participación activa consiste en sacarle el cuero a todo el mundo haciendo camarilla con pusilánimes sin remedio. Tiene siempre el último chisme malicioso que desparrama sin ningún tipo de culpa a cualquiera que se le acerque, deslindando todo tipo de responsabilidad propia en sus dichos, empezando sus frases con un solapado susurro cómplice que escupe sin miramientos como no podría asegurarlo pero…, cuando el río suena… me dijo alguien que sabe…
Es un personaje constante en pascuas, navidad, año nuevo, cumpleaños, casamientos, aniversarios de bodas, promociones de ex alumnos y todo tipo de evento que le asegure público para escuchar sus dichos y para hacer alarde de su viperina lengua.
Es un opinador malicioso profesional sobre temas de política, religión, deportes, adicciones, viajes, economía y otras yerbas demostrando una florida erudición aunque todo lo que diga lo sacó de los diarios que lee de prestado en algún bar de Villa Caraza o de los programas de Chiche Gelblung que mira desde su patética TV en blanco y negro.
Tiene la posta de todo y su opinión es la única que vale; tapa con frases vacías las palabras de cualquiera que no sea él y termina resoplando bien fuerte cuando alguien quiere meter su bocadillo, para terminar mostrando un perpetuo y continuo malestar ante la opinión del otro.
Sus frases son como hachazos que nos dejan desvalidos, temerosos, desconfiados y susceptibles, ante la posibilidad de ser parte de su próxima historia de mentiras por lo que siempre nos mantenemos en silencio, anónimos y casi invisibles, para no provocar su ira y un futuro guadañazo que nos ponga en boca de todos.
En el fondo, por más que le hagamos fiestita de puro miedosos que somos, nuestro más caro deseo es enterarnos que se murió en su ley, enroscado, víctima inesperada de una picadura de yarará, tan traicionera como cada una de sus acciones y sus dichos.

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