De hermanos perdidos y miradas encontradas

Cuando era chica odiaba ser hija única.
Siempre jugaba con hermanos imaginarios, compañeros intangibles de travesuras que aliviaban mi soledad.
A pesar de mis constantes pedidos de un hermanito, mis padres no se mostraban entusiasmados con la idea y debieron pasar unos cuantos años hasta que finalmente me dieron la feliz noticia: mamá estaba embarazada.
Lamentablemente, mi hermana nació muerta y los grandes se negaban a escuchar mi reclamo de volver a intentar.
Pasó el tiempo y llegó el milagro: mi hermano, un bebé adorable al que le llevó no más de dos minutos robarme el corazón.
Con él aprendí de papillas, pañales y sonrisas; empecé a contar cuentos antes de ir a la cama, lo defendí ante directoras impertinentes y participé de todas y cada una de sus actividades (llevarlo al colegio hasta 3er grado, prácticas de natación, clases de francés, artes marciales), así como estuve en cada uno de los actos escolares donde alzaba mi mano y le mostraba que me encontraba entre el público, compartiendo esos momentos especiales que luego solo quedan en fotos o en el olvido.
Con él tuve que ser fuerte y enfrentar juntos la muerte de papá que nos dejó en una orfandad incomprensible para sus pocos años.
Con él buscamos el departamento de sus sueños, lo encontramos y lo ayudé en la tarea de conseguirlo y equiparlo.
Con él sentí que eramos dos para luchar por lo que queríamos o para patear el tablero de ser necesario.
Un día se enamoró, luego el amor lo abandonó y se quedó solo y abatido. Escuché su historia de sentimientos truncos y traicionados en la cocina de mi casa con el alma embargada por la pena.
Con el tiempo, por esas cosas de la vida, nos distanciamos.
Se me perdió en algún lugar esa mirada cómplice que me hacía sentir que todavía era el chico fanático de Star Wars como yo, que jugaba a Calabozos y Dragones y que compartía los dolores del pasado.
Durante el lapso en el que casi no nos vimos, se volvió a enamorar y se casó. Su mujer se enfermó y la pelearon duro los dos. Y vencieron.
Hace unos días vinieron a visitarme y me dieron una noticia.
Van a tener un bebé.
La emoción me comprimió el corazón y me maravillé de ese hombre que tenía el test de embarazo positivo en el bolsillo y la alegría en el rostro.
Lo miré a los ojos y encontré aquello que hace tiempo estaba buscando en su mirada...

Encontré a mi hermano