sábado, 28 de marzo de 2009

La cuentacuentos II

Equilibristas

Se vieron por primera vez en el medio del tumulto pero decidieron que era la oportunidad única e indiscutible para empezar algo sincero.
Se tomaron de las manos y se perdieron rápidamente por las calles de Buenos Aires aprendiendo a disfrutar juntos los olores, los sabores, las distancias.
Todo era nuevo y emblemático, era como vivir en un hotel del paraíso y disfrutar la comida servida en bandeja de plata.
Compartían los silencios y las charlas, los secretos y los susurros, las noches en vela y la algarabía de los recitales al aire libre.
La vida se presentaba como un sueño donde todo era posible, donde hasta el más mínimo detalle era cuidado.
La mañana, la tarde y la noche eran espacios mágicos de convivencia.
La sonrisa era la expresión mas intima en el juego de palabras.
Los suspiros eran como pasos perdidos en un parque sin tinieblas.
Fueron tres meses de feliz convivencia, de palabras al oído, de plenitud nunca sentida.
Pero era una realidad efímera, de tiempo compartido, de alquiler irreverente, de anunciado final...
En el día 89 Pablo dijo:

- Mañana llegan mi mujer y mis hijos de la costa.

La resignación lo agotaba, las lágrimas pugnaban por brotar de sus ojos.
Sabía que de ahora en más solo le quedaba la caricia del olvido.
Se despidieron sin palabras, sin gestos ampulosos, con la alegría de todo lo vivido asociada a la tristeza de la pérdida.
El día 90 los sorprendió abrazados en el gemido perpetuo del adiós.
Pablo guardó su pena en lo más recóndito de su corazón pensando cómo se puede conservar el amor verdadero cuando nada es posible.
Cerró la puerta a su amor encerrándose en lo rutinario y cotidiano.
En lo falso.
Sebastián se alejó cantando bajito, por el sendero del adiós.

1 comentario:

  1. Muy romántico . Curioso final ! Realmente inesperado !
    Seguis sorprendiendo con tus diferente estilos y temáticas.

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