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martes, 9 de noviembre de 2010

Payasadas



Cuando era chica me daban miedo los payasos.
Desconfiaba de sus caras pintadas y sus narices rojas de plástico. Ir a un circo era una tortura sin límite y un momento amargo…
Hasta que aparecieron unos señores adorables, los payasos de la tele, que hicieron que mi miedo y desconfianza desapareciera: Gaby, Fofó y Miliki.
Me enamoré casi inmediatamente de sus bromas y aprendí una nueva forma de cantar el Feliz cumpleaños; crecí con ellos al igual que toda una generación, repitiendo sus chistes, festejando las muecas de Fofito, el hijo de Fofó, y tarareando sus canciones.
En uno de sus viajes a Buenos Aires, para las vacaciones de invierno, decidí llevar a mi hermano y a mi ahijado a verlos al teatro, con la excusa de que sería bueno para ellos ver una obra en vivo aunque la verdadera razón era que yo quería verlos otra vez. En el afiche se promocionaba un nuevo personaje, un tal Milikito, hijo de Miliki, a quién realmente no registraba.
Llegamos al teatro (creo que era en la calle Piedras) y nos ubicamos en primera fila, dispuestos los tres a disfrutar el espectáculo.
Se encendieron las luces, salieron a escena mis viejos amigos de la infancia y me quedé estática mirando al nuevo personaje que había visto en el afiche que ahora sí captó toda mi atención: Milikito.
Alto, buena figura, carismático, sentía que cada uno de sus gestos me era dedicado, que cada una de las canciones que cantaba era solo para mi y que cada vez que miraba a la platea lo hacía porque ahí estaba yo.
Al terminar la función me fui a casa convencida que había encontrado el amor de mi vida. Estaba tan en las nubes que mi hermano y mi ahijado tuvieron suerte que no me los olvidara en el teatro o en el colectivo.
Por supuesto… Tenía que hacer algo.
Aunque no tenía la menor idea qué.
No pegué un ojo en toda la noche imaginando todo tipo de planes descabellados que estaba dispuesta a poner en práctica.
Me incliné por lo más sencillo...
Llevé durante varios días a mi hermano y a varios de sus amigos a las funciones y me aseguré de tener los mejores lugares para estar bien visible, vestida siempre con mi mejor ropa y pintada como una puerta.
Seguía convencida que era el amor de mi vida.
Un viernes, después de la función, pedí llevar a los chicos al camarín porque... se morían de ganas de conocerlos.
Nos dejaron y apenas llegamos estaban todos… Menos Milikito.
Después de los saludos afectuosos pregunté al pasar:

- Esteee... ¿No falta uno de ustedes? (poniendo cara de poco interés)
- Si. Mi hijo, contestó Miliki, está hablando por teléfono.
- Ahhh. ¿Lo podemos esperar? Los chicos estarían encantados de saludarlo…

Miliki me miró y sonrió mientras me contestaba,

- Los niños o... La señorita?

Me debo haber puesto colorada como un tomate pero muy suelta de cuerpo le dije...

- Bueno, es que estudio periodismo y estaba pensando en hacerle un reportaje ya que es el nuevo del grupo.
- Ahhh. ¿Por eso has venido todos estos días? Te he visto entre el público. (evidentemente mi futuro suegro ya me había echado el ojo)
- Claro, por eso
- Espéralo entonces.Nos vemos luego, ¿si?

Apenas se fue mandé a los chicos afuera con plata para que se compraran algo en el kiosco y les pedí que me esperaran unos minutos. Tan hartos estaban de tantos días de payasos que aceptaron gustosos esperarme en la vereda sin chistar.
El objeto de mi afecto apareció, ya cambiado y sin maquillaje, me dio un beso en la mejilla y comentó:

- Así que eres periodista…
- Bueno, casi.
- ¿No me vas a grabar?
- Eh, no... ( maldición, no tenía grabadora ) Tengo buena memoria…
- …
- Contame un poco de vos.
- Bueno, no hay mucho que decir… Familia de payasos…

Y se rió... Era realmente encantador...

- Me encanta tu país aunque extraño mucho estar en casa. Mi novia está allá. Estaba al teléfono con ella hace un momento. Viajar es muy bonito pero ya quiero estar allí con ella.

¿Novia? Quedé en shock. Muda.
Me preguntó:

- ¿Te sientes mal? Te has puesto pálida de pronto mujer…
- No no. (quería salir de ahí lo más rápido posible)
- Tengo muchos proyectos…

Salí corriendo, lo dejé con la palabra en la boca y me fui raudamente para la puerta donde mi hermano y sus amigos me miraron con cara de preocupación al verme correr como una loca.
Me preguntaron:

- ¿Ya nos vamos? (casi a coro)
- Si. ¡No pienso volver más acá!

Vi sus caras de alegría.
No pude dejar de sonreir aún en mi despecho.

- ¿Están cansados de los payasos?

Mi hermano me contestó:

- Si me porto bien... ¿Podemos ir al cine? O a otro lado. A cualquier lado...
- Claro... Mañana los llevo al cine, ¿si?

Al llegar a casa no pude dejar de llamar a mi amiga T. para contarle que me había enamorado de Milikito, que no me dió bola y encima estaba de novio con otra.
Mi amiga no podía parar de reirse a carcajadas mientras imitando a los payasos de la tele me gritaba ¿¿¿Cómo están ustedes???
Sin perder tiempo se ocupó de contarle a todos mis conocidos que yo andaba haciendo papelones persiguiendo un payaso. Es más, tuve que aguantar que cada vez que nos veíamos me cantara Hola Don Pepito…Hola Don José…
Por suerte, el metejón pasó pronto y comenzó la etapa de perseguir jugadores de fútbol (fui una botinera temprana).
Pero esa…

Es otra historia