miércoles, 25 de marzo de 2009

La cuentacuentos

Los 10 centavos

Ella se sube al subte con el pelo al viento, los rulos húmedos por el calor y la sonrisa muerta.
No deja de pensar por qué este puto medio de transporte cuando siempre tuvo auto. Que la crisis, que el ahorro, que la plata no alcanza...La gran puta!!! Seguro está haciendo más de 37 grados.
Uy, un lugar, se sienta. Fija la mirada perdida en el punto negro de sus pensamientos.
Entonces lo ve, como salido de la nada, un pendejo sucio y lastimero que recorre el subte dejando una estampita ajada y maloliente sobre las piernas. Ella sigue sus movimientos y cuando se le acerca hace lo impensable, lo mira a los ojos, le clava mil preguntas sin respuestas en un solo parpadeo, preguntas que no pueden ser contestadas ni que tienen manera de expresarse.
Toma la estampita entre las manos y mira el santito
-¿para qué quiero esto?- se dice a sí misma, -ni siquiera creo y no tengo por qué darle nada a nadie, después de todo a mi no me sobra...
Pero algo muy lejano, interno, suena como alarma tímida de mañana de verano en vacaciones y casi sin darse cuenta de ese acto impensable en su naturaleza, busca disimuladamente una moneda en el fondo de la mochila.
10 centavos.
Los guarda en su puño cerrado como con vergüenza que alguien note el gesto. Y espera.
El pendex de la mirada más vieja que los tiempos va levantando una a una las estampitas de la indiferencia hasta pararse frente a ella .Toma los 10 centavos y por un segundo hay un cruce de miradas.
Ella cree notar algo, tal vez el fondo de la pupila estampitera marque un cambio: que cambio se pregunta Ella, no, no puede identificarlo, pero no dura, o no existe, quien sabe...pero algo le marca como reloj interno de tic tac acelerado, que la opacidad de esos profundos ojos negros de miseria han tenido un destello de...¿luz?
El pendex sigue su camino, recogiendo las estampitas sobre las piernas de los pasajeros sin recaudar nada, solo apatía del pasaje
Ella piensa que quizá esos ojos muertos puedan revivir, puedan dejar atrás esa desilusión cansina que solo tienen los que nada tienen.
Por un instante, Ella, la de los rulos, se siente bien por primera vez en el día, siente que ha hecho algo, que tal vez esa es la diferencia que hay que marcar, que todo es posible, que...vaya a saber, tantas cosas. Se dibuja la palabra compromiso en los arcanos de su mente.

Las luces parpadean, Estación rio de janeiro, el pendejo estampitero se acerca a la puerta para su descenso. Nadie mira, nadie lo nota, nadie ha reparado tal vez en esos ojos grandes y negros sin tiempo.
Ella se siente única y salvadora del mundo por un microsegundo y una sonrisa comienza a dibujarse en la comisura de sus labios. La primera del día
Las puertas se cierran cuando la sonrisa empieza a hacerse más grande y los pensamientos apuntan a un día diferente marcado por una pequeña circunstancia...
El estampitero lanza un escupitajo al vidrio de la puerta ya cerrada y grita... FORRA!!!
Y sale corriendo rumbo al molinete.
Ella guarda su incipiente sonrisa en el fondo de su alma y de su mente.
10 centavos, piensa, no son nada, nada, mirando el escupitajo resbalar por el vidrio sucio de la puerta del subte
No son nada, sigue pensando, mientras empieza a romper al santito de la estampita en muchos pedacitos que salen disparados a través de la ventana abierta del vagón de subte...
10 centavos menos...
¡¡¡Que lo parió!!!

3 comentarios:

  1. Interesante cuento con un estilo nuevo (al menos en este blog) para esta escritora que logra trasmitir con certeras pinceladas un cuadro cotidiano de nuestra ciudad.

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  2. Con este cuento me senti trasladada a un mundo cotidiano por el que todos atravesamos pero que muy pocos nos detenemos a pensarlo y mucho menos a hacer algo con eso.

    Pierina

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  3. A mi me paso algo por el estilo cuando era chica. Estaba sentada en el ultimo asiento del bondi y un chorro, carterista, con las uñas larguisimas y una campera sobre el antebrazo, alargaba la mano para meterla en la cartera de una señora que estaba por bajar. Yo lo mire fijo y desafiante y el tipo retiro la mano, asi dos o tres veces y yo no le quitaba la mirada de encima. Finalmente deciddio bajarse sin antes bautizarme con un escupitajo verdoso e inmundo. A mi me paso por justiciera...no me lo merecia!
    Muy bueno el cuento, de "Esquina azul" a la fecha, haz recorrido un largo camino muchacha!! Marijo V

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